La felicidad es un estado de armonía y plenitud interior, una actitud personal ante la vida, una forma de vivir y de sentir que abarca toda nuestra existencia. A lo largo de los años van surgiendo personas, situaciones, y cosas que nos ayudan o dificultan el llegar a ella, pero nadie nos la puede regalar ni nadie nos la puede quitar.
Begoña Ibarrola
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero ayuda. Ciertamente puede ayudar a sentirnos más seguros y confortados, al lograr una estabilidad que mitigue la incertidumbre de nuestro porvenir económico. También el tener una satisfactoria relación afectiva y gozar de buena salud pueden contribuir, si duda, a sentirnos dichosos. Pero realmente, lo que puede hacer que nos sintamos felices no es la suerte ni tampoco la naturaleza de los diferentes avatares que acontecen en nuestra vida sino..., nosotros mismos; es decir, la actitud con la que afrontemos los diversos acontecimientos que nos depara la vida y de que manera asumimos sus consecuencias, tanto positivas como negativas. Después de sufrir un contratiempo, en más de una ocasión nos viene a la mente aquella sentencia de que "hay personas que nacen con estrella y otras estrelladas". El aparente carácter apodíctico que se desprende de esta especie de predestinación nos hace plantearnos lo siguiente: ¿Hay que dividir a la gente entre la que en lo importante tiene suerte en la vida y en la que no la tiene? Independientemente de la creencia de cada cual de que los hechos acontecidos se deban al azar o al destino, lo realmente esencial para la percepción de nuestra propia felicidad, e independientemente de su duración, lo fundamental y determinante para poder lograr dicha armonía y plenitud interior es: la sincera asunción y aceptación de los distintos hechos que acontecen. Afrontando y asimilando las consecuencias de dichos hechos conseguiremos madurar y alcanzar fortaleza y templanza que nos guíen y ayuden a lo largo de nuestra existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario