lunes, 17 de mayo de 2010

Los amantes de Teruel

Existen muchos factores que permiten creer que la historia de Diego Marcilla e Isabel Segura, los populares amantes de Teruel, es algo más que una leyenda romántica o una creación literaria. El más importante es el insólito descubrimiento que tuvo lugar en 1555 cuando, en la iglesia de San Pedro de Teruel, se hallaron dos momias en sendos ataúdes de madera y con ella un documento que narraba, en letra gótica, la historia de los amantes.
La tradición da como fecha final de tan trágicos amores el año de 1217. La historia debío empezar años atrás, cuando dos jóvenes, Diego Marcilla, segundón de una familia noble, e Isabel de Segura, hija y heredera de un acaudalado prócer turolense, crecieron juntos en la capital del Bajo Aragón. "Desde niños se han tratado y, con la adolescencia, la familiaridad torna en amor", dirá el escritor Hartzenbusch siglós después. Pero cuando Diego solicitó a Isabel en matrimonio, su carencia de fortuna provocó la rotunda negativa del padre de la joven.

Cinco años de plazo

Diego Marcilla no se arredró por ello y propuso al intransigente un plazo de cinco años, tiempo suficiente, según aseguró, para poder enriquecerse. El padre de la joven, agradablemente sorporendido por lal iniciativa de Diego, aceptó el trato e Isabel juró y perjuró aguardar el regreso de su enamorado.
Pero no contaba con la prolongación del plazo. El intrépido muchacho partió hacia las cruzadas pero, prisionero de los sarracenos, no consiguió regresar a Teruel (eso sí, con su objetivo conseguido) hasta un día después de que se cumpliera la fecha señalada.

El regreso del amado

Se dice que entró en la ciudad por el Portal de la Andaquilla y que le sorprendieron alegres cantos de fiesta. Cual no fue su asombro cuando supo que la razón de los mismos no era otra que el matrimonio de Isabel con un miembro de la poderosa familia de los Azagra. Tras la boda, Diego consiguió entrar en la cámara nupcial y, mientras el recién casado dormía, reprochó a Isabel no haberle esperado ni siquiera veinticuatro horas después de vencido el plazo. Cuando ésta le reiteró su amor y se justificó aduciendo que el matrimonio había sido una imposición paterna, Diego le pidió un último beso. Ella, respetuosa con su condición de mujer casada, se lo negó y el enamorado Diego murió de pena horas después.
Al día siguiente, durante las exequias fúnebres, Isabel irrumpió en la iglesia. Demudada, se acercó al túmulo mortuorio, dio al cadáver el beso que había negado y cayó desplomada junto al féretro. Las familias decidieron enterrarlos juntos y entonces cobró vida la leyenda.

HISTORIA Y VIDA

- Sarcófagos de los amantes de Teruel, en la Iglesia de San Pedro de Teruel
- La muerte de Isabel de Segura ante el cadáver de Diego Marcilla, óleo de Antonio Muñoz Degrain


Fundación Amantes de Teruel

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