lunes, 15 de febrero de 2010

Esclavos del olvido

Cada 23 de agosto desde 1994 se conmemora el "Día internacional del recuerdo de la trata negra y su abolición". Naciones Unidas, a través de la Unesco, escogió simbólicamente esa fecha por corresponder con la insurreción llevada a cabo en 1791 por los esclavos de la, por aquél entonces llamada isla de La Española (hoy Haití y República Dominicana). Dicha insurrección fue el punto de partida de la Revolución Haitiana, que tuvo como desenlace final la declaración de independencia de la parte occidental de la isla , llevada a cabo el 1 de enero de 1804.
El inicio de la importación de esclavos de procedencia africana en el continente americano tuvo lugar en 1518, al promulgarse la autorización de trata de negros por parte del rey Carlos I de España. Dicha importación respondía a la necesidad de obtener mano de obra para las explotaciones mineras y plantaciones de azúcar que se estaban desarrollando en la colonia. La mayor parte de la población aborigen había sucumbido debido a las guerras, los trabajos forzados y las enfermedades importadas de Europa. A finales del siglo XVI dichos pobladores autóctonos habían practicamente desaparecido y la economía dependía ahora de una población en su mayoría esclava. En el siglo siguiente, el Haití colonial pasó a estar dominado por Francia, que mantuvo el férreo y cruel sistema esclavista. Es en 1769 cuando se inicia el largo proceso emancipador que tuvo su culminación en la declaración de independencia citada anteriormente, sentando el precedente de la abolición definitiva del sistema esclavista llevada acabo de manera autónoma por la población esclavizada.
Actualmente un 95% de la ploblación haitiana es de ascendencia africana.
El 70 % de la población ya era pobre antes del reciente terremoto padecido en Haití. En una gran parte de dicha población la pobreza resulta extrema. Sus ingresos no les alcanzan para conseguir un poco de arroz u otros alimentos básicos. En muchos casos subsisten alimentandose con una especie de galletas hechas con una mezcla de lodo, manteca vegetal y sal, una dieta que termina por acarrear problemas de desnutrición y otros males físicos.
Resulta paradójico ver como en una misma porción de terreno, en una misma isla, coexisten dos versiones terrenales de infierno y paraíso: el infierno de desolación y destrucción de Puerto Príncipe y alrededores al oeste; y el paraíso artificial de Resorts de lujo de Punta Cana, Bávaro o Puerto Plata al este.
Hoy, los haitianos no sólo tienen hambre y sed de víveres, sino también de justicia. Desean conseguir todos aquellos propósitos anhelados por sus antepasados cuando vivían en total esclavitud al margen de la más mínima consideración respecto a los derechos humanos por parte de sus opresores.
Tales propósitos pretendían concebir la esperanza, no solo de alcanzar la ansiada libertad, sino de poder aprender a desarrollarse con plenitud, tanto individual como colectivamente, de conseguir una verdadera
justicia social y el reconocimiento de su dignidad como pueblo.
Esa oportunidad
les fue negada durante generaciones, y que a día de hoy todavía no se ha hecho realidad. Primero fue la cruel explotación por parte de los colonos de las potencias imperialistas, y de los criollos descendientes de aquellos. Después, ya como país independiente, las graves consecuencias sufridas por las sucesivas dictaduras (muchas veces impuestas por el gigante norteamericano para defender sus intereses comerciales y estragégicos), posteriormente, las repercusiones derivadas de las actuaciones corruptas de los poderes seudodemocráticos gubernamentales y, por último la desidia de la comunidad internacional. Libertad sí, pero con dignidad.
Tras más de dos siglos desde la declaración de independencia, la inmensa mayoría del pueblo haitiano, continúa siendo esclavo: esclavo del capricho de la naturaleza en su estado más salvaje; esclavo de su inmovilismo interno, esclavo de sus fronteras.
Actualmente, debido a la extensa cobertura mediática sobre los efectos del grave terremoto sufrido, Haití tiene el "privilegio" de ser foco de atención internacional. Parece que es necesario que ocurran este tipo de catástrofes para que las conciencias de las personas que disfrutan de un estado llamado del bienestar despierten de su letargo. Ahora que los supervivientes del seísmo han alzado las manos, clamando su desdicha al cielo y a los hombres, tal vez exista la esperanza de que al final, puedan liberarse definivamente y dejar de ser esclavos del olvido...

F.P.

"No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos."

Clive Staples Lewis (1898-1963) Escritor británico.

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